domingo, octubre 08, 2006

Capitulo 1. Cae la Noche

CAPITULO I
Cae la Noche


Cae la noche en el arrecife y con los últimos rayos de sol comienza, lo que podíamos llamar, el turno de noche.

Bueno en realidad esto es casi un eufemismo porque este es un arrecife un tanto particular y la noche y el día en él transcurren de un modo un tanto artificial. Este es uno de los arrecifes mas pequeños del mundo y sus confines no abarcan mas allá de 1.80 m. por 0.70 m. con una profundidad de apenas 60 cms. En él no se pone el sol ni tampoco amanece por el Este. El día y la noche están controlados inexorablemente por unos pequeños artilugios mecánicos que activan las luminarias a la misma hora día tras día, estación tras estación, año tras año.

Todo lo relacionado con este arrecife es completamente artificial. El sol y la luna son sendas luminarias. Las mareas y las corrientes, o mas bien una tristes sombras de lo que son las mareas y las corrientes en un arrecife de verdad, son producto del continuo girar de unos motores eléctricos. Este arrecife incluso tiene un riñón mecánico que bombea constantemente toda su agua y la libera de un gran numero de impurezas.

Pero pese a toda su artificialidad este es un arrecife vivo en toda la extensión de la palabra. No solo están vivas la miríada de criaturas que viven en el, sino que todas ellas, en conjunto, forman una suerte de macroorganismo que podíamos decir que esta vivo en si.

podíamos pues convenir que, aunque de un modo artificial, cae la noche en el arrecife y empieza el turno de noche.

Habitualmente las noches en el arrecife no son nada tranquilas. Pese a ideas que podamos tener preconcebidas, se podría decir que hay mucho mas ajetreo en el arrecife durante la noche que a lo largo de todo el día. Pero esta es una noche un tanto especial con mas movimiento del acostumbrado y por doquier hay una febril actividad.

Por la arena se movían dos caracoles a su acostumbrado paso lento y parsimonioso.

- Andar por esta arena de coral me sienta fatal – comento un caracol.
- Si deberíamos de haber cogido por las rocas es mucho menos cansado – dijo el otro.
- Pero por las rocas el camino es mucho mas largo. Además hay que pasar por encima de la montipora y se me clavan sus verrugas en el pie.
- Chico eres el pupas, te quejas de puro vicio.

Mientras caminaban a su destino paso al lado de ellos un pequeño anfípodo con su andar saltarín y nervioso. No era mas grande que media docena de granos de arena puestos en línea pero aun así, en comparación con nuestros amigos, se movía a una velocidad de vértigo.

- Mira que sois lentos tortugas. así llegareis los últimos – dijo el anfípodo.
- Malditos domingueros van como locos – dijo uno de los caracoles con un tono iracundo.
- Si es que el personal esta muy nervioso y luego pasa lo que pasa – dijo el otro con cierta resignación.
- Sois unos envidiosos y unos carrozas hay os quedáis lentorros – espeto el anfípodo mientras aceleraba en su marcha.

Pero nuestro amigo el anfípodo había cometido un error fatal. Mientras se burlaba de los dos caracoles, por una milésima de segundo, se desvió de su rumbo lo cual le hizo abrir el arco de la curva que estaba describiendo en su movimiento y esto lo hizo pasar demasiado cerca del lugar donde se encontraba el cerianto con sus tentáculos desplegados.

El cerianto es uno de los habitantes mas espectaculares de nuestro arrecife. Vive embebido en un tubo que crea con una aglutinación de sus propias mucosas y toda una suerte de partículas diminutas. Cuando esta recogido en las profundidades de su hogar no vemos nada mas que un tubo con apariencia de cartón y un diámetro de un par de centímetros enterrado en la arena. Pero cuando asoma de su casa se pueden ver dos coronas de finísimos tentáculos que se proyectan desde la boca del tubo hacia la superficie.

Nuestro amigo el anfípodo en su alocada carrera paso demasiado cerca de uno de los tentáculos. Lo que ocurrió después, o mas bien en ese mismo instante, fue tan rápido que solo un observador atento con unos ojos entrenados podría haberlo visto. El tentáculo del cerianto se estiro un par de milímetros y tomo contacto con el anfípodo, justo en el instante que tomo contacto se dispararon los nematocistos y aun antes que estos pudieran haber realizado su labor en el cuerpo de su victima la punta del tentáculo se enrosco con aterradora velocidad alrededor del cuerpo de nuestro amigo y todo el empezó a retraerse en dirección a la boca que se escondía en el centro de las dos coronas.

- Has visto lo que le ha pasado a Fitipaldi – dijo uno de los caracoles.
- Si la velocidad sin control no es una buena combinación – dijo el otro.
- Eso te pasa por no tener una concha pesada y molesta como la nuestra – le espeto al anfípodo aunque este no podía oírlo ni mucho menos contestarle.
- Deja, este ya no se vuelve a saltar un limite de velocidad – comento el otro caracol con una risita entrecortada.
- Cierto, pero acelera el paso que al final llegaremos cuando ya este todo terminado.
- Ya vale caracola, no me atosigues que hago lo que puedo.
- Pues espabila caracolo que ya nos queda menos.

Los dos caracoles continuaron la marcha hacia su destino entre protestas y gruñidos varios.

Mientras tanto no muy lejos de allí se encontraba un caracol strombus caminando, o mas bien saltando, en la misma dirección que nuestros dos amigos. A su lado caminaba, con alegres saltitos, una gamba limpiadora con un porte mucho mas grácil que el suyo.

- Maldita evolución, porque no podemos tener nosotros un pie como el de todos los caracoles en lugar de esta especie de pértiga tan molesta – dijo Strombus con su característico mal humor.
- Pues chico que quieres que te diga, ya quisiera yo ver a esos carcas de los caracoles dando saltos con sus conchas como haces tu – dijo Lysnata, la gamba – Donde va a parar lo tuyo es mucho mas grácil y atlético que lo de ellos.
- Claro a ti te quería ver yo clavando esta pértiga en la arena y dando saltos con esta concha a cuestas, so lista.
- Huy que dices!! Quita, quita, tu crees que este cuerpecito mío es para tener que llevar una concha como la tuya. De ninguna manera no me favorecería nada de nada.
- Ves como al final me das la razón. – dijo con tono triunfal.
- Chico no es darte ni quitarte la razón. Pero es que imaginaté como podría yo llevar mi salón de belleza con esa concha puesta. Como me movería entre las agallas de mis clientes para eliminar los parásitos con semejante mamotreto sobre el lomo.
- Lo que tu digas. Mucho darme coba, pero la concha y la pértiga para mi que a ti no te favorecen nada. – dijo con un tono entre mal humorado y resignado.
- Enriéndelo, tu concha tiene sus ventajas pero es tan poco COOL. Yo estoy muy orgullosa de mi cuerpecito. Mi trabajo que me cuesta mantenerlo ágil y en forma. No creas tu que no tiene su historia cada vez que se queda pequeño el esqueleto y hay que cambiarlo por uno nuevo.
- En eso llevas razón, al menos mi concha crece conmigo y no tengo que desprenderme de ella cada dos por tres para buscar una mayor.
- Ves como no todo son ventajas. Tu sabes lo mal que lo pasa una cada vez que hay que cambiar el caparazón. Eso si cuando acabo y tengo enfundada el nuevo caparazón estoy divina de la muerte.
- Venga ya presumida!!
- Anda gruñón.

Y de este modo continuaron su camino los dos uno al lado del otro.

Mientras tanto por todo el arrecife se producían escenas similares de modo que había anfípodos, gusanos de fuego, isópodos, caracoles, cangrejos ermitaños, asterinas y toda una suerte de pequeños animales dirigiéndose a un punto común.

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